Aunque no tengo piernas,
tengo sentimientos.
Pese a que no puedo ver,
no paro de pensar,
aunque no escucho
aún deseo comunicarme.
¿Por qué hay gente
que me considera inútil,
e incapaz de pensar o hablar,
cuando soy tan capaz
de pensar acerca del mundo
como cualquier otra persona?
Este poema habla en nombre de millones de niños, niñas y
adultos con discapacidad que habitan en todos los rincones
del mundo. Muchos de ellos son víctimas todos los días
de la discriminación. Constantemente se les pasa por alto
o se subestiman sus aptitudes y su capacidad. Se trata
de personas que no reciben la educación y la atención de
la salud que necesitan y a quienes se excluye de muchas
actividades en sus comunidades.
Sin embargo, los niños, niñas y adultos con discapacidad
tienen los mismos derechos que todos los demás.
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