En esta ocasión queremos compartir con vosotros un artículo que hemos encontrado por la web y que nos ha resultado interesante para compartir con vosotros sobre los terrores nocturnos.
Los terrores nocturnos se engloban dentro de los
Trastornos del Sueño y concretamente en el grupo de las Parasomnias.
Se denominan Parasomnias a aquellos trastornos
del sueño caracterizados por acontecimientos o conductas anormales asociadas al
sueño, a sus fases específicas o a los momentos de transición sueño-vigilia.
Normalmente no constituyen trastornos importantes
pero sí pueden ser objetos de asesoramiento o intervención psicológica por los
efectos secundarios que pueden producir en el niño (miedo a dormirse, a la
noche, a conciliar el sueño solo, irritabilidad, ansiedad,…etc.).
Veamos un ejemplo:
Laura se despierta a las pocas horas de
acostarse. Se incorpora en la cama gritando y llorando de forma alarmante. La
respiración es agitada, el pulso acelerado y está desorientada. Su cuerpo
refleja pavor y sus movimientos, bruscos y violento, lo corroboran. Sus ojos,
abiertos y con las pupilas dilatadas, miran pero no parecen fijarse en nada
concreto y, si en algún momento mira a sus padres, más pareciera que mirase a
través de ellos que a ellos directamente. De hecho, no reconoce a nadie. Al
cabo de un rato (normalmente entre 10 y 20 minutos) se queda dormida o se
despierta completamente. En ningún caso se acuerda de lo que ha sucedido.
Qué son los terrores nocturnos
Durante una noche típica, el sueño pasa por una
serie de fases. Cada una de ellas se asocia a una actividad cerebral
particular, y la fase de movimientos oculares rápidos (MOR o REM en inglés) es
cuando tienen lugar la mayoría de los sueños.
Los terrores nocturnos ocurren durante el sueño
no REM. A diferencia de las pesadillas (que ocurren durante el sueño REM), un
terror nocturno no es un sueño desde el punto de vista técnico, sino más
probablemente una súbita reacción de miedo que tiene lugar durante la
transición de una fase de sueño a otra.
Los terrores nocturnos suelen ocurrir de dos a
tres horas después de que el niño concilie el sueño, cuando tiene lugar la
transición desde la fase de sueño más profunda no REM a la más superficial de
sueño REM, la etapa en que se producen los sueños. Por lo general, esta
transición sucede con suavidad. Pero en ocasiones el niño se agita y se asusta,
y esa reacción de miedo es el terror nocturno.
Durante un terror nocturno, un niño puede
incorporarse y sentarse en la cama súbitamente y ponerse a chillar o gritar
como si estuviera sumamente angustiado. La respiración y el ritmo cardíaco se
le pueden acelerar, puede empezar a sudar, a agitarse y a comportarse como si
estuviera sumamente alterado y asustado. Al cabo de unos minutos o algo más, el
niño se calma y se vuelve a dormir plácidamente.
A diferencia de las pesadillas, que se suelen
recordar, al día siguiente los niños no tienen ningún recuerdo del terror
nocturno porque estaban dormidos mientras ocurrió y no tienen imágenes mentales
que evocar.